Día 4: de la escuela Alma Solidaria al bullicio de la playa de Tanji
- Samuel Homedes

- 7 sept
- 1 Min. de lectura
A primera hora emprendimos el camino de regreso hacia nuestro campo base, con cinco horas de coche que nos permitieron asimilar todo lo vivido en los últimos días. Dejábamos atrás aldeas, la escuela y rostros que ya forman parte de nuestra memoria. Esta ruta nos ha emocionado profundamente: hemos logrado entregar los 190 kilos de material que llevábamos, conocer de primera mano las necesidades de la escuela Alma Solidaria, y ver cómo está creciendo este proyecto que nos invita a seguir trabajando y soñando.
Tras el largo viaje, llegó el merecido descanso. Una comida sencilla y un rato de pausa nos devolvieron fuerzas antes de la tarde, que nos tenía reservada una experiencia muy especial.
Acompañamos a “Mama”, la madre de la familia que nos acoge en Amdallai Camp, a la playa de Tanji. Allí, en la misma playa, los pescadores llegan tras una jornada entera en alta mar y descargan el fruto de su esfuerzo: barracudas, arenques, butterfish, catfish… El bullicio de la gente negociando, los barcos que van y vienen y un aroma inconfundible nos envolvieron en un ambiente único. Mama compró el pescado para la familia, y con ello fuimos parte de una de esas escenas cotidianas que dicen mucho más de un país que cualquier discurso.
Con el sol escondiéndose entre redes, palmeras y barcas de colores, cerramos un día más en este viaje. El corazón lleno, la mente despierta y las ganas intactas de seguir aprendiendo de Gambia.
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