Dia 2: de la solidaridad al aprendizaje. Un día inolvidable en Gambia reencuentro
- Samuel Homedes

- 5 sept
- 2 Min. de lectura
Empezamos el día con las pilas recargadas. Mirando atrás, parece increíble que solo hayan pasado 24 horas desde que llegamos a este país que ya nos ha regalado mucho más de lo que nunca hubiéramos imaginado.
Tras un desayuno sencillo pero lleno de sabor, cambiamos moneda, cargamos las cajas y nos lanzamos a la ruta. El destino: los poblados donde hoy repartiremos arroz.
Entre nosotros se ha creado algo especial. No somos solo compañeros de viaje: somos cómplices de una experiencia que nos une en emociones, y aquí, las emociones desbordan en cada instante.
Tras un largo trayecto, hacemos una parada en el mercado local. Allí compramos 300kg de arroz con un objetivo claro: llevarlos a las aldeas del norte. En el camino, los niños nos saludan gritando “tubab!” (blancos), y un simple gesto vuelve a darnos una lección. Desde un campo, unos hombres nos piden agua. Nuestro guía detiene el coche y entrega la poca que lleva consigo. En ese instante entendemos que la solidaridad aquí no se mide en cantidad, sino en entrega.
Al llegar al primer poblado, nos reciben con ilusión y sonrisas inmensas. Viven con lo justo, con muy poco… pero transmiten una grandeza que no cabe en palabras. Sus miradas nos enseñan más que cualquier discurso. Repartimos arroz y ropa infantil. El alcalde de este pueblo que visitamos hace unos años, nos dedica unas palabras llenas de gratitud, y la emoción nos invade. Nos despedimos con la promesa de volver de nuevo, y con la certeza de que este lugar se quedará para siempre en nuestra memoria.
En los siguientes poblados repetimos la experiencia: más arroz, más ropa, más abrazos que hablan sin necesidad de voz. Un momento muy especial en cada viaje es poder entregar balones en los poblados y ver como el futbol une culturas, países y comunidades.
En el coche, de regreso, el silencio nos envuelve. No hacen falta palabras. Basta con las imágenes grabadas: sonrisas sinceras, miradas profundas, manos abiertas que nos ofrecen todo sin esperar nada.
Caída la tarde, llegamos al campamento. El cansancio físico se mezcla con una paz inmensa. Nos dormimos sabiendo que mañana nos espera otro gran día, otra oportunidad de aprender de este bonito país.
PD: Gracias a todos los que habeis colaborado con aportaciones economicas (que se han destinado a lls sacos de arroz) o con ropa que ha acabado repartidas en los poblados visitados. Sin vosotros/as, nada de esto sería posible
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